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Diviciacos

El Druida en el bosque

Prólogo de Pedro de Silva

Pentalfa, Oviedo 1991

ISBN 9788478484485 · 210×130 mm · 123 pgs
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A lo largo de quince semanas consecutivas, entre Enero y Abril de 1992, la serie El Druida en el Bosque vino ocupando cada miércoles una página relevante del diario La Nueva España, provocando en la sociedad asturiana polémica y reflexión. El género elegido, que está a mitad de camino entre el artículo periodístico, el ensayo breve y el relato, contribuyó a crear un ámbito de ambigüedad –un bosque, como sin duda pretendió su autor– en el que pudieron campar, con cierta impunidad opiniones y propuestas de manifiesta heterodoxia. La oculta identidad del autor contribuyó, sin duda, a reforzar la inquietud. Hay al respecto hipótesis ciertamente plausibles, pero ninguna verificada por el único procedimiento válido: el reconocimiento de la paternidad de los trabajos. Diviciacos, fue un jefe galo y sacerdote druida, que llegó a acuerdos con los romanos, durante la guerra de Las Galias.

«Diviciaco, filósofo, a quien había conocido Cicerón con particularidad, y que este insigne orador nos representa como uno de los más doctos entre los Druidas. En efecto, parece que tenía un conocimiento particular de los secretos de la naturaleza, y que se mezclaba en querer penetrar lo por venir,mediante los agüeros, y todo género de adivinaciones, lo cual no es de mucho honor a lo ajustado de su genio. Era pues uno de los principales de la ciudad de Autuna; y los estados de los Eduanos, de quienes era capital esta ciudad, teniendo el designio formado, de recurrir a los Romanos, para estorbar los destrozos que causaban los Germanos, los Secuaneses, y los Auverñatos coligados, lo enviaron a pedir este socorro, y Diviciaco luego que fue introducido en el senado, le arangeó apoyado el cuerpo sobre su broquel, y obtuvo lo que pedía, y así fue el primero que introdujo a los romanos, por aquella parte de las Gaulas. Cesar entró allí a la frente de diez legiones, y habiendo quedado victorioso, recibió embajadores de todas las ciudades principales de las Gaulas. Diviciaco fue del número de ellos, y agradó tanto su arenga a este príncipe que nos ha conservado la sustancia de ella en sus comentarios. Esta segunda ocasión, habiendo dado a conocer mejor el mérito de Diviciaco, quiso tenerlo junto a su persona. Lo alojó en su casa en Autuna, y le manifestó siempre con mucha estimación y confianza. A petición suya perdonó a su hermano Domnorix, el cual siendo de genio muy diferente de el suyo, había hecho grandes movimientos para sacudir el yugo de los romanos, y para dominar en lugar de ellos en las Gaulas. Habiéndose sublevado los de Boves, marchó contra ellos Diviciaco, con una parte de las tropas de Cesar, y en adelante obtuvo el perdón de ellos mismos. Hubo pués otro Diviciaco que había reinado poco tiempo antes en Soissons, y en la grande Bretaña. Véase a Cicerón, de Div. Lib. I. Cesar, en diversos lugares de su libro, de bello Gallico, Historia literaria de Francia, tom. I., I. part. p. 95 y siguientes.» (Luis Moreri, El gran diccionario histórico, edición española, París 1753, tomo 3, páginas 750-751.)

La presente recopilación va prologada por Pedro de Silva, abogado, escritor y político, quien entre otras cosas escribe:

«No hay autor y no hay opinión. Y, sin embargo, los textos, tras su lectura, nos ofrecen un destilado ideológico y moral de perfiles muy claros, casi un verdadero corpus de ideas sobre la sociedad, el poder, la ciudadanía, la práctica política y, especialmente, la región asturiana. Si no hay una opinión dominante, que no la hay, sí se obtiene un precipitado fina, una suerte de atmósfera moral, si es que la palabra moral todavía tiene virtud explicativa.

No es fácil, sin embargo, obtener una síntesis de esas ideas. Predomina una visión profundamente liberal de la sociedad, se hace una severa revisión de los postulados clásicos de la izquierda (en aspectos tan definitorios como el papel del estado, el de la iniciativa privada, el sindicalismo o el optimismo histórico), se formulan propuestas que implican una enérgica reforma de pautas políticas en vigor, pero, sin embargo, se justifica la necesidad de un estado vigoroso para proteger a los débiles, se combaten las falsas ideas sobre la sociedad civil y se afirma la importancia de los sindicatos.»

 

Índice

Prólogo, 7
I. La universidad empresarial, 11
II. La maligna moral del enriquecimiento, 17
III. Elogio del político, 23
IV. La perestroika asturiana, 31
V. La prensa canallesca, 39
VI. Akelarre, 47
VII. ¿Puede funcionar la Administración?, 55
VIII. El sermón de Cueva Llagar, 63
IX. Cerveza Abedul, 71
X. La desamortización de la política, 79
XI. Viento del Sur, 87
XII. Piornos y llamarges, 95
XIII. El norte, 101
XIV. La sociedad civil, 109
XV. Regreso del Bosque, 115